Por qué debemos dejar de usar la palabra «empoderamiento» y centrarnos en cambio en el poder
Chicas, ¿se sienten empoderadas? Realmente espero que sí, porque durante la última década las empresas multinacionales han estado trabajando día y noche para encontrar nuevas formas de empoderar a las mujeres. Las marcas de desodorantes lanzan campañas que empoderan a las mujeres para que se sientan bien consigo mismas. Victoria’s Secret se comprometió a convertirse en «la principal defensora de las mujeres en el mundo». En honor al empoderamiento femenino, el nuevo y elegante Hotel Zena se inauguró en Washington DC con obras de arte hechas con tampones y un cóctel de 16 dólares llamado Empowermint.
En los últimos años, el feminismo corporativo y la cultura de autoayuda han convertido al empoderamiento en una táctica de marketing. Compra este champú, ¡te empoderará! Compra este automóvil, ¡te empoderará! Compra esta vela perfumada, ¡te empoderará! El empoderamiento se ha convertido en una irritante palabra de moda, y más importante aún, la cultura del empoderamiento se ha convertido en una forma insolente de reforzar las estructuras de poder existentes. La mujer empoderada moderna no cuestiona el capitalismo; ella se compra cosas costosas como una forma de cuidado personal. No le preocupa la desigualdad estructural; siempre y cuando pueda encontrar la manera de escalar a la cima de la pirámide corporativa, está contenta con el statu quo.
La cultura del empoderamiento busca cambiar al individuo más que al sistema. Pensemos en todos los consejos que se les ha dado a las mujeres sobre liderazgo durante los últimos años. Si quieres salir adelante, nos han dicho, tienes que ser firme. Tienes que hablar fuerte. Tienes que dejar de pedir disculpas. Si te adaptas para encajar en un sistema creado por hombres, si actúas como un hombre, entonces puede que te den un lugar. Y ese es precisamente el problema con la palabra empoderamiento. Su significado implica que alguien te da poder o te permite hacer algo. Sugiere que de alguna manera eres incapaz de ayudarte a ti misma.
En lugar de trabajar para promover el feminismo, la cultura del empoderamiento lo ha retrasado. Es un concepto que se centra en los logros individuales y no en la igualdad estructural. Es hora de cambiar eso: dejemos de hablar de empoderamiento y centrémonos en cambio en el poder. Recientemente entrevisté a Amina Mohammed, la secretaria general adjunta de las Naciones Unidas. «La naturaleza paternalista con la que somos recibidas en ese círculo de liderazgo es una narrativa que tenemos que cambiar», me dijo. «Todavía existe este tipo de idea de que el poder es algo que se nos otorga gentilmente. ¿Pero sabes qué? El poder nunca se da, se toma».
Así que, si me preguntan si veo alguna esperanza, hay una nueva generación de mujeres líderes que, en lugar de apoyarse en estructuras de poder tóxicas, se están saliendo del molde y están decididas a liderar en sus propios términos. «Nunca tenemos que pedir permiso ni esperar una invitación para liderar», dijo la congresista de Minnesota Ilhan Omar, cuando le preguntaron qué les diría a las mujeres de color que se sienten frustradas por los comentarios que buscan minimizar su impacto. «Hay una lucha constante con las personas que tienen poder, por compartir ese poder», afirmó. «Nuestro objetivo no es pedir una parte de ese poder, es tratar de tomar el poder y devolvérselo a la gente». El deseo de compartir el poder en lugar de empoderarte a ti misma es la esencia del verdadero feminismo.
Arwa Mahdawi es columnista de The Guardian residente en Nueva York y autora de Strong Female Lead: Lessons From Women In Power.
