La reportera de belleza que está desmantelando la industria un artículo a la vez

La industria de la belleza te está mintiendo. Lo sé porque yo solía ser una de sus mentirosas a sueldo. Trabajaba como editora de belleza.

No sabía que estaba mintiendo, por supuesto. Creía en las cosas que escribía para Marie Claire, Cosmopolitan y The Zoe Report con cada fibra de mi ser. Creía que los productos para el cuidado de la piel nutrían tu piel (en realidad, la mayoría de ellos alteran el microbioma cutáneo y deterioran la barrera de la piel). Creía que las señales del envejecimiento eran «defectos» que debían ser «corregidos» (en realidad, el envejecimiento es solo un sinónimo de la palabra vivir). Creía que comprar bronceadores, sueros y tratamientos para el acné era «cuidado personal» (en realidad, los alarmantes desechos generados por la industria de la belleza aceleran el cambio climático y todos los problemas de salud asociados). Creía que debía tener los labios mullidos, las pestañas largas y las piernas sin vello, y creía que manipular nuestra propias características para cumplir con este ideal era «empoderador» (en realidad, estos estándares de belleza provienen de las fuerzas opresivas del patriarcado, la supremacía blanca, el colonialismo y el capitalismo).

Después de un año de publicar estas lindas mentirillas, comencé a preguntarme si algo en la industria de la belleza estaba… mal. Las marcas lanzaban diariamente nuevos sueros «curativos para la piel», pero los problemas crónicos de piel seguían en aumento. Los consumidores recibían tratamientos con láser y rellenos labiales en cantidades récord, pero la ansiedad provocada por la apariencia física estaba en su punto más alto. La presión para adherirse al ideal de belleza —un ideal que supuestamente era más inclusivo y accesible que nunca, mientras la industria lanzaba parches para manchas «positivos para la piel», cremas para los ojos «proenvejecimiento» y líneas ampliadas de bases de maquillaje con ganancias anuales de alrededor de $400 mil millones— se asoció cada vez más con la depresión, la dismorfia facial y corporal, los trastornos alimentarios, las autolesiones y hasta con el suicidio.

Me di cuenta de que los productos prosperaban. ¿Pero la gente? La gente, no.

De repente, todo tuvo sentido: ¡por supuesto, la industria estaba creciendo a expensas de las personas! Los medios de belleza obtenían la mayor parte de su dinero de los anunciantes (marcas de belleza) y de las ventas afiliadas (productos de belleza), y la forma más confiable de promocionar esas marcas y productos («prueba esta nueva máscara facial rejuvenecedora») era menospreciando a la gente («tu piel debería ser más suave»).

Decidí que ya no quería ser parte de eso. Quería informar sobre cómo los estándares de belleza perjudican a las personas y cómo las corporaciones capitalizan ese daño para cumplir con sus objetivos de ventas.

Comencé investigando el racismo en el sector del cuidado de las uñas. Presenté la historia a una docena de publicaciones, pero me dijeron que ofendería a los anunciantes (es decir, a las empresas racistas de cuidado de uñas). Ofrecí ensayos sobre cómo la mirada masculina influye en el maquillaje, cómo los cuidados de la piel «sin aceite» son una estafa, cómo la cultura de la belleza es solo una cultura de la dieta ingenua... y los principales medios de belleza me dijeron que no, no, no.

Así que renuncié. Creé mi propia newsletter, The Unpublishable, un lugar para todo el contenido crítico de belleza que las principales publicaciones especializadas en esta no pueden o no quieren cubrir (incluidos todos los artículos que mencioné anteriormente), ya sea para tranquilizar a los anunciantes, preservar las relaciones de marca o aferrarse a los ideales obsoletos y los mitos de marketing que hacen que los consumidores sigan consumiendo.

En los dos años transcurridos desde entonces, The Unpublishable se ha convertido en un colectivo de casi 30 000 lectores que exploran un enfoque de la estética a favor de las personas y de pocos productos, porque, a decir verdad, la belleza no debería diezmar tu piel, tu autoestima ni tu cuenta de ahorros.

Jessica DeFino es una reportera de belleza independiente que ha escrito para publicaciones como el New York Times, Vogue y Allure, entre otros. Es la escritora de la newsletter de crítica de belleza The Unpublishable.