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Issue #033 La positividad tóxica: por qué necesitamos hablar sobre ella
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Illustration of the words 'Good vibes only' surrounded by smiling flowers EnkaArt/Shutterstock

La positividad tóxica: por qué necesitamos hablar sobre ella

La presión implacable para ser positivos se ha arraigado tanto en nuestra cultura que creemos que es la única forma de lidiar con las dificultades y la única respuesta cuando alguien está pasando por un mal momento. Si bien a menudo tiene buenas intenciones, la positividad puede volverse tóxica cuando se usa en un momento inapropiado, con el público equivocado o mientras se discute un tema en el que no ayuda. 

Por supuesto, una perspectiva positiva puede ser beneficiosa. Sin embargo, cuando llevamos esa positividad demasiado lejos, se vuelve contraproducente y pierde su utilidad. Cuando un amigo está de duelo y le dicen, «solo agradece haber pasado tiempo con esa persona». O cuando alguien acaba de sufrir un aborto espontáneo y le dicen, «al menos sabes que puedes quedar embarazada». O cuando alguien lidia con cualquier tipo de prejuicio, desde el racismo hasta la homofobia, y le dicen, «afortunadamente la mayoría de la gente no piensa así». La positividad tóxica ofrece una solución simple a un problema complicado. No es lo mismo hablar de este tipo de temas que quejarse de haber tenido que esperar en una fila o aguantar un largo día de trabajo. Estos son problemas que nos impactan profundamente y exponen nuestra vulnerabilidad. Usar la positividad tóxica en estos momentos hace que el receptor se sienta aislado e ignorado. Porque si te digo que la estoy pasando mal y me respondes: «¡agradece que la situación no es peor!», ¿crees que voy a seguir compartiendo? No, me voy a aislar.

Es difícil imaginar cómo algo como la positividad podría hacernos daño, pero el pensamiento positivo a menudo es una curita en una herida de bala. En lugar de ayudarnos a ser más positivos, conduce a una mayor supresión emocional, lo que a su vez conduce a un peor estado de ánimo, sentimientos negativos sobre las interacciones sociales, un aumento de las emociones negativas y una disminución de las emociones positivas. Una cultura que está obsesionada con la felicidad también impacta de forma negativa a nuestras relaciones y a la sociedad en general. Cuando reforzamos la idea de que algunos sentimientos son «malos», perdemos la oportunidad de conectarnos con los demás. La positividad también se utiliza como arma para minimizar o negar la experiencia de ciertos grupos. Cuando decimos cosas como, «¿por qué no podemos simplemente amarnos los unos a los otros?» en respuesta a la discriminación, invalidamos las experiencias que las personas marginadas viven a diario. La positividad tóxica coloca toda la responsabilidad en el individuo en lugar de en los sistemas e instituciones que hacen que el pensamiento positivo sea una solución imposible.

Durante siglos, hemos estado promoviendo la felicidad y la positividad como la cura mágica, y no parece estar funcionando. Si queremos tener relaciones cercanas y experimentar la totalidad del espectro de lo que significa ser humano, tenemos que aceptar radicalmente que la vida es complicada y que nada será del todo bueno o del todo malo. En lugar de una positividad mal dirigida, debemos escuchar los sentimientos que se comparten y ofrecer una respuesta empática como: «parece ser una situación muy difícil para ti» o «puedo escuchar la tristeza en tu voz». Aprender a aceptarnos a nosotros mismos y a los demás en la situación en la que estamos, sin forzar la positividad, puede ser la clave para encontrar una felicidad más real. 

Whitney Goodman, LMFT, es la autora de Toxic Positivity: Keeping It Real In A World Obsessed With Being Happy, la psicoterapeuta detrás de la cuenta de Instagram @sitwithwhit, y la propietaria de The Collaborative Counseling Center, un consultorio de terapia virtual con sede en la Florida.

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