El brillante Jean-Michel Basquiat: «fue el último de su especie, nunca podrá ser recreado»
Con motivo de la inauguración en Nueva York de la nueva exposición Jean-Michel Basquiat: King Pleasure, Karen Binns, la amiga cercana y musa del fallecido artista —que ahora trabaja como directora creativa y estilista— recuerda la época que pasaron juntos.
A principios de los años 80, solía asistir a lecturas de poesía en el East Village de Nueva York. Estábamos pasando por un gran momento: eran los inicios de la escena del grafiti, la creatividad y el hiphop. Fue ahí donde vi a Jean por primera vez. Pero no sabía quién era. Poco después fui al famoso club Roxy y un artista amigo mío me presentó a Jean y de repente me dije: «¡este es el tipo de las reuniones de poesía!». Al principio no nos llevamos bien. Estaba bromeando y me dio una palmada en el trasero, así que le tiré un trago en la cara. Una semana después me lo encontré en otro club y me dijo: «¿me dejas invitarte a un trago, por favor?». Era su forma de intentar disculparse.
Luego me dijo: «tengo una inauguración de arte mañana y mi hermana pequeña va a estar conmigo, pero no quiero exponerla a la prensa. ¿Podríamos encontrarnos en la galería antes de que empiece, para que la lleves a comer un helado?» Eso me pareció un poco sospechoso, pero al final acepté. Solo cuando llegué a la galería me di cuenta exactamente de quién era. Estaba fumándose un porro gigante y vestía un pijama blanco con chancletas. Vendió todas sus obras esa noche y regresamos a su estudio para celebrar. Ahí me dijo: «me caes muy bien porque cuando nos conocimos yo no te caí bien, y puede que ese sea el caso todavía, pero siento que puedo confiar en ti». Y así fue como comenzó nuestra amistad.
Teníamos una buena relación porque todos a su alrededor siempre intentaban obtener algo de él, pero yo nunca le pedí nada. Ni un cuadro, absolutamente nada. Desde el principio simplemente sentí y supe que era fenomenal. Pasábamos mucho tiempo juntos, viendo películas, saliendo a discotecas, asistiendo a eventos o comiendo en restaurantes locales.
Nunca fuimos amantes, Jean era como un hermano para mí. Tuvimos una conexión especial porque ambos éramos conscientes de lo que significaba ser negro en Nueva York en los años 80: ser incomprendidos, marginados y tratados como una mierda. Teníamos muchas conversaciones al respecto. Y también sobre el arte. Una vez arrastró tres puertas viejas atornilladas que encontró en la calle, las pintó y se convirtieron en una de sus obras más famosas. Andy Warhol fue un gran amigo de Jean. Una noche tenía un pañuelo sobre el que derramé vino tinto, y tanto Andy como Jean lo firmaron. Pero lo perdí. Valdría tanto dinero ahora...
Eventualmente, las drogas —especialmente en los años 80— terminaron destruyendo a muchas de las mentes más creativas. Yo me encontraba en Londres cuando me dieron la noticia de que había muerto. Todavía se me hace un nudo en la garganta cada vez que hablo de eso. Tenía toda la vida por delante. La desolación era imposible de soportar.
Aun así, nos dejó a mí y al mundo entero tantas cosas. También era muy consciente de su procedencia. Vivía justo enfrente de un refugio para personas sin hogar y solía decir: «vivo aquí para nunca olvidar que yo también alguna vez estuve sin hogar».
Para mí, «legado» fue una de sus palabras más significativas. Siempre decía que, si no dejamos legados, lo que tenemos ahora dejará de existir para siempre. Por eso muchas de sus pinturas se inspiraron en el pasado; era alguien que tenía un gran interés por los escritos de la antigüedad y el arte egipcio.
Fue el último de su especie, nunca podrá ser recreado, ni copiado, ni reproducido. Fue el primero en desafiar el hecho de que podría ser uno de los mejores artistas del mundo. Aquel niño haitiano sin hogar que luego caería en las garras de las drogas en realidad poseía todas las llaves del reino.
Karen Binns trabaja como directora creativa y estilista, y fue amiga cercana del fallecido artista Jean-Michel Basquiat.
